A partir de un "enlace" que me llego de manera, digamos
¿casual?, me gustaría particularizar ciertas cuestiones que a mi modo de ver son
interesantes y valorables. Para ello es
necesario una aclaración previa; últimamente me da vueltas una pregunta que fue
casi iniciática en el profesorado, y por cuestiones laborales esta rondando los
pasillos de las escuelas últimamente.¿ Desde donde comenzamos a pensar la
planificación?. Entonces podríamos continuar la discusión, el planteo de la siguiente
manera. ¿Desde donde comenzamos a pensar la clase?, Desde lo que queremos hacer
o desde lo que nos aconsejan, ¿Desde las actividades que ya están pre elaboradas
por otros docentes en otras circunstancias?, ¿Desde la urgencia del trajinar
constante entre una escuela y otra para poder por lo menos recibir una
remuneración más o menos “adecuada”, dejando de lado la
profesionalización y elevando la paga por el esfuerzo como único condicionante
de la labor educativa?, o bien ¿Desde lo
que queremos que los estudiantes logren?.
En todo caso sería conveniente replantearlo desde lo formal, por ejemplo acercar más los extremos, mas las “columnas” de la planificación y
si la evaluación es un proceso constante, ¿Porqué no redefinimos dichas columnas?, ya que
tienen una fuerte presencia en la
actividad docente, y es de donde se apoya para la práctica diaria, ¿Qué pasaría
si ponemos la evaluación trasvasando y atravesando todo lo escrito?, ¿Por qué no
modificamos a nuestro criterio de selección con la ayuda de nuestros
compañeros, y principalmente de nuestros compañeros docentes con años en una
sola institución?;¿Cómo aplicar nuevos indicadores sobre los propósitos y los
objetivos que realmente nos digan y nos muestren si les va a servir lo que
transitamos en el aula?, o si solo servirá para que los estudiantes sepan leer
de corrido respetando los signos de puntuación, o si van a saber diferenciar
las herramientas a partir de su función y uso sin poder reflexionar sobre la
correcta utilización.
En síntesis, pensar en la evaluación como un proceso no
debería ser dejada a las horas académicas, a las horas de trabajo práctico para
aprobar una materia en el profesorado, para las horas donde “debemos” presentar
dicha planificación al equipo directivo que lo solicita o corresponda; o por qué
no, a las horas de principio de año donde se utilizan las “horas institucionales”
para pensar la clase, que me consta que existen y en mayor medida de lo que podamos
conocer. Por consiguiente preocuparse por la
evaluación como un proceso, desde mi humilde lugar implica, y más en los
tiempos que corren, defender un espacio de trabajo docente que requiere de un
esfuerzo extra donde los encargados de abrir el camino, de abrir el juego no
deberían dejar pasar ni desatender, como una posibilidad concreta de mejorar
ciertas condiciones actuales en la actividad docente cotidiana.
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